EL FASCISMO AL DESNUDO
Ayotzinapa y Auschwitz: Discursos presidenciales peligrosos
Alberto Betancourt Posada
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=195947
Rebelión
¡Que noche la del 26 de noviembre en Iguala, Guerrero! Una
pesadilla que invade la vigilia. Un terremoto con epicentro en la Escuela
Normal Rural Raúl Isidro Burgos cuyo tremor rebasa incluso el territorio
mexicano. Las acciones de los sobrevivientes y familiares de nuestros jóvenes
desaparecidos encarnan una epopeya de dignidad. Un amplio segmento de la
sociedad mexicana ha reaccionado con empatía y solidaridad. Como en el
terremoto del 85 muchos mexicanos asumieron que el asunto les concierne y
volvieron a decir: “nada humano me es ajeno”. Esa actitud de involucramiento
podríamos denominarla un bonus optimum, eso que el filósofo Ernst Bloch,
describía como una sorpresa positiva en la historia, un bien inesperado.
En contrapunto existe un sector minoritario y privilegiado
de la sociedad mexicana que ve las manifestaciones de solidaridad como una
amenaza para el proyecto “modernizador”, intenta dar vuelta a la página lo más
pronto posible y ha puesto en marcha una especie de “ Operación normalidad ”.
En ese marco se inscriben diversos discursos del presidente Enrique Peña Nieto
en los cuales en vez de conciliar, brindar consuelo y comprometerse a revisar a
fondo lo ocurrido, profiere expresiones que lastiman y polarizan a la
ciudadanía y hieren a la democracia mexicana.
El 18 de noviembre, en Cuautitlán Itzcalli, durante la
inauguración de la Ciudad de Salud para la mujer pronunció un discurso
visiblemente enojado y con pésima sintaxis, durante el cual realizó varias
operaciones preocupantes: i) metió en un mismo costal a quienes han realizado
acciones violentas, a quienes han hecho acciones directas, a quienes han
protestado pacíficamente y están indignados por lo que ocurrido en Ayotzinapa,
a quienes se oponen a las reformas y a los periodistas que realizan su trabajo
ii) señaló que pareciera existir “un afán orquestado por desestabilizar y por
oponerse al proyecto de Nación” iii) afirmó que “pareciera que algunas voces,
unidas a esta violencia y a esta protesta… quisieran que el país frenara su
desarrollo” y iv) en tono iracundo agregó que las reformas: “No son varita
mágica. Nunca las hemos ofertado como tales”. Sus expresiones califican de
desestabilizadores a quienes ejercen la democracia y criminalizan tanto la
libertad de expresión como la libertad de prensa.
El 27 de noviembre en su discurso para presentar su decálogo
para afrontar los sucesos de Ayotzinapa EPN planteó una severa contracción de
la república, al disminuirle funciones e importancia, al nivel municipal de
gobierno y solicitar ahora si cabe el término, una “varita mágica” para
desaparecer las policías municipales y dotar al ejecutivo de atribuciones para
formalizar el modelo de virreinal aplicado en Michoacán. El 27 de noviembre en
su discurso para presentar su decálogo para afrontar los sucesos de Ayotzinapa
EPN planteó una severa contracción de la república, al disminuirle funciones e
importancia, al nivel municipal de gobierno y solicitar ahora si cabe el
término, una “varita mágica” para desaparecer las policías municipales y dotar
al ejecutivo de atribuciones para formalizar el modelo de virreinal aplicado en
Michoacán. En el mismo discurso el presidente calificó en repetidas ocasiones
de atrasados a los estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas. Además planteó la
creación de zonas económicas exclusivas, que dispensará más subsidios y
privilegios de clase, a los poderosos grupos empresariales y a las élites
políticas, que se abalanzarán a esta nueva piñata de recursos públicos, en
busca de lucrativos negocios y recursos para crear clientelas políticas, como
ya ocurrió con los 50 mil millones de pesos ejercidos en el Plan Nuevo
Guerrero. El proyecto de las zonas económicas especiales parte de una visión
clasista que asocia automáticamente la fortuna empresarial con el bienestar
popular. El presidente no mencionó la necesidad de escuchar la opinión de los
habitantes de esos estados sobre la manera en que quieren resolver los
problemas.
El 4 de diciembre en Acapulco el presidente Enrique Peña Nieto
pronunció un discurso en el que en clara alusión a las manifestaciones que
exigían abrir nuevas líneas de investigación por lo ocurrido en Ayotzinapa
afirmo: “son más, pero muchos más los guerrerenses que quieren paz, que quieren
tranquilidad y que quieren orden en su estado”.
El martes 27 de noviembre en un acto solemne en el antiguo
campo de concentración de Auschwitz la canciller alemana Angela Merkel dijo que
Alemania tiene la obligación de recordar eternamente lo que ocurrió, para no
volver a traicionar a la humanidad. En contrapunto Enrique Peña Nieto afirmó el
jueves 29 de noviembre afirmó que: “Este momento en la historia de México de
pena, de tragedia y de dolor, no puede dejarnos atrapados. No podemos quedarnos
ahí”. El gran filósofo Paul Ricoeur plantea que la ecuación del perdón comienza
por el reconocimiento de la profundidad de la falta. Si algo requiere en este
momento una sociedad en shock por la tragedia es una revisión profunda de todo
lo que falló y no una huída hacia adelante que fincaría el progreso en un
huracán de barbarie.
Las palabras pueden motivar, conciliar, tranquilizar,
cautivar, herir, intimidar, confundir. Las expresiones proferidas por un
presidente gozan de visibilidad mediática, sirven de pauta para la burocracia,
son órdenes del Jefe de las fuerzas armadas, tienen gran peso político e
impactan los mercados. Por ello resulta indignante que Enrique Peña Nieto hable
como líder de una facción y no como lo exigiría su investidura como presidente
de todos los mexicanos. En su discurso se dibuja a “sí mismo” como alguien
atrapado en su propia insensibilidad.
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